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jueves, 15 de marzo de 2007

UN TEXTO DE 1998, PUBLICADO EN EL LIBERTARIO DE VENEZUELA

Encapuchados: Un show sin gracia en "Las 3 Gracias"
Comité de Relaciones Anarquistas (CRA-UCV)
Parodiando a Marx, hoy vale decir que unos espantajos recorren las universidades autónomas, patéticos espíritus burlones que pretenden elevarse a la categoría de supremos demonios revolucionarios, por la vía de orquestar una cuadrilla semanal de molotovs, piedras, disparos y lacrimógenas; cumplida con riguroso horario, coreografía a la medida de los medios de difusión y entusiasta acompañamiento policial. Bajo la capucha, estan los residuos de la vieja extrema izquierda autoritaria, ampliamente infiltrados por los cuerpos policiales y el hampa común. Qué nadie se confunda con ellos; no son en absoluto expresión del descontento del pueblo, o algún germen o indicio del mismo; bastantes hechos muestran que su programado vandalismo de jueves en la tarde no tiene nada que ver con la insurgencia popular o la acción directa colectiva, sino que más bien encarna una delirante versión de la teoría del "foco insurreccional", sospechosamente afín a lo que en todo tiempo y lugar se ha conocido como provocación policial. Semejantes pataletas callejeras son sórdidas rutinas no sólo ajenas a las genuinas muestras colectivas de la exasperación popular (¨Alguien les recuerda el 27-F, en el "cacerolazo" o en las revueltas que han vivido diversas ciudades del país en esta década?), sino que se han convertido en pretexto ideal para la agresión policial contra las comunidades universitarias, proporcionando al Estado una coartada para descalificar y perseguir todo brote de real oposición alternativa, además de un medio para distraer a la opinión pública de problemas esenciales tanto en el país como en la educación. De hecho, sin ninguna duda afirmamos que si los encapuchados no existieran, el Estado venezolano procuraría inventarlos.
Puertas adentro de la universidad, el tema resulta asidero para cualquier cantidad de maniobras politiqueras (como el burlesco "referéndum" de hace unos meses en la UCV), donde los cogollos institucionales han hallado terreno fértil para la demagogia verbal y una excusa para su inacción frente a problemas claves que abruman a estas casas de estudio. Además, como sabe todo mediano conocedor de la escena universitaria, los encapuchados no expresan ninguna propuesta ideológica digna de tal nombre. Ni siquiera se molestan en imprimir panfletos o volantes que describan sus motivaciones, y apenas algún que otro graffitti grotesco ("viva la capucha"), o involuntariamente humorístico ("fuera Bill Clinton de la UCV"), indica al transeúnte la causa de sus andadas. Eso no extraña cuando es fácil percibir que el único lazo visible de ese grupo con el entorno es usar al recinto universitario para cobijar sus ejercicios de masturbación seudo-revolucionaria. Tampoco han dudado en practicar chantajes fascistas contra quienes los han retado a debate o a validar sus actos con una participación real de los universitarios. Con total autosuficiencia stalinista se declaran la "vanguardia revolucionaria", y los demás somos apáticos o traidores por no acompañar sus hazañas de bandidaje cobardón. Ninguna sorpresa debe causar que desde una posición socialista libertaria se juzgue en estos términos a quienes presentan por la TV y los diarios como expresión de la "anarquía", otra vez confundida por ignorancia o mala fe con nihilismo y búsqueda insensata del caos. Precisamente la historia libertaria está llena de ejemplos de la lucha del anarquismo por diferenciarse de ese culto enfermizo a la violencia, con el que nuestros adversarios han querido etiquetarnos para justificar la represión con la que se nos ha agredido desde siempre. También esa historia enseña que los anarquistas no hemos dudado un instante en participar junto a los oprimidos en la acción directa más beligerante, pero no por privilegiar la violencia como medio, sino porque tal ha sido la decisión colectiva consciente para responder a las sistemáticas y abrumadoras brutalidades tanto del Estado como del Capital.
Se equivocan quienes piensan que la única solución frente a los desmanes de esos fulanos vendrá de las hipotéticas "acciones enérgicas" de corte autoritario-coercitivo, obra del gobierno universitario, de los cuerpos represivos del Estado o la suma de ambos. Mas allá de los actos efectistas que se anuncien o ejecuten al respecto, es patente que para los poderes establecidos resulta favorable contar con esa ridícula comparsa de enmascarados como un sustituto manipulable de las auténticas protestas de masas. Aunque el Estado y sus secuaces no dejen de montar su comedia de "preocupación por el asunto y medidas para enfrentarlo", los encapuchados solo son un problema de verdad para nosotros -el muy debilitado movimiento alternativo radical venezolano dentro y fuera de las universidades- que no hemos podido generar propuestas organizadas de lucha colectiva, único mecanismo político eficaz para neutralizar ese tinglado para-policial. Ello no es tarea fácil, pero si no la emprendemos ya tendremos que resignarnos a seguir soportando a esos rufianes, a la brutalidad policiaca que se justifica por ellos, y a la ineptitud burocrática campante entre dirigentes universitarios incapaces tanto con éste como con los males verdaderamente graves que aquejan a la institución.

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