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domingo, 18 de marzo de 2007

¿Para quién trabajan?



Dos entrevistas aparentemente planas e inadvertidas publicadas la semana pasada, concedidas por dos poderosos antioqueños, la ministra de Educación, Cecilia María Vélez, y el embajador en la Santa Sede, Juan Gómez Martínez, han dejado en evidencia cómo se ha multiplicado la indebida presión católica a las instituciones civiles, sin que ello incomode a nadie en un gobierno que cada día es más rezandero y camandulero, pero también hipócrita
Ramiro Bejarano Guzmán



Dos entrevistas aparentemente planas e inadvertidas publicadas la semana pasada, concedidas por dos poderosos antioqueños, la ministra de Educación, Cecilia María Vélez, y el embajador en la Santa Sede, Juan Gómez Martínez, han dejado en evidencia cómo se ha multiplicado la indebida presión católica a las instituciones civiles, sin que ello incomode a nadie en un gobierno que cada día es más rezandero y camandulero, pero también hipócrita.
La Ministra de Educación, en el reportaje concedido a este periódico, con un desparpajo prevaricante, a la pregunta sobre si ya había cesado la polémica por el decreto que ella expidió silenciosamente a final del año pasado, por medio del cual restableció la obligatoriedad de la educación religiosa en todos los colegios, que había sido abolida por la Constitución de 1991, soltó la siguiente perla: “Y si me dicen que fui forzada por la Iglesia, pues claro, tenía aquí a los obispos diciendo que reglamentara la clase de religión”.
¡Qué vergüenza! Ahora venimos a comprobar que el decretico que estableció que el alumno que no quiera recibir educación religiosa, de todas maneras debe someterse a recibir programas sustitutivos, fue una imposición de unos obispos que supieron aprovecharse de la mediocridad de una ministra que no sabe o no le importa que uno de los pilares de nuestra institucionalidad es la separación de los poderes civiles y eclesiástico. Volvimos a las épocas de la temida y oscurantista Regeneración Nuñista, donde las sotanas imponían el ritmo de la vida y definían el contenido de las ideologías, desde los inflamados púlpitos habitados por unos sacerdotes tan abusivos como avivatos.
Por su lado, Juan Gómez Martínez, un hombre curtido en la vida pública, desde donde ha brillado con méritos y simpatía personal, que por lo mismo debería saber que quien acepta un empleo estatal no se debe a sus personales credos religiosos sino a la obligación laica de rendir cuentas ante el poder civil, concedió una entrevista difundida en El Catolicismo, publicación cuasi clandestina de la Iglesia Católica, en la que parecía más un subalterno de la compleja burocracia vaticana, que un embajador de una nación soberana, digna y respetable.
Después de recordar que se le había olvidado besar el anillo al Papa Ratzinger en la audiencia en la que presentó sus credenciales como diplomático ante la Santa Sede, Gómez Martínez literalmente se “confesó” en la entrevista, pues reveló que su más grande hazaña política fue haber luchado a brazo partido en la Constituyente del 91 para que en la Constitución se mantuviera la “presencia del nombre de Dios en el Preámbulo”, como también que rechaza las uniones de parejas del mismo sexo, con el científico argumento de que “la que se enculeca es la gallina y no el gallo”.
Pero allí no para el discurso del ex director de El Colombiano, pues este experimentado hombre de Estado declaró al excluyente informativo de la jerarquía católica, que “la familia es la preocupación del Santo Padre”, y, además, que para contribuir a ese fin ha recibido “el encargo del Papa ‘de luchar’ desde la ética civil y el rescate de la historia”.
Ingenuos todos pero sobre todo Uribe y su despistado canciller Araújo, creyendo que Gómez Martínez era nuestro hombre en la Santa Sede, cuando en verdad es un soldado más de la guardia suiza que cuida los aposentos del Pontífice y obedece ciegamente sus órdenes.
Estamos más que fregados. Mientras la Ministra de Educación a través de decretos nos traslada las órdenes intransigentes de unos prelados soberbios e intolerantes, nuestro Embajador en el Estado Vaticano, al paso que va, lo tendremos de monaguillo o de pronto hasta haciendo milagritos. ¡Amén!
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Adenda.- Solidaridad con el periodista y amigo Darío Arizmendi, ahora en el exilio por cuenta de la tranquilidad que nos está dejando la Seguridad Democrática. ¿Quién será el próximo?
notasdebuhardilla@hotmail.com

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