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jueves, 14 de junio de 2007
Trampas de un ludópata
Pésimo sabor dejó el debate de la moción de censura contra Juan Manuel Santos, porque la acusación central sobre las interceptaciones ilegales de conversaciones de miembros de la oposición y periodistas, se quedó no sólo sin aclaraciones satisfactorias, sino con la cínica confesión del Ministro de la Defensa, de que nadie dio la orden de chuzar teléfonos. Después de nueve horas de perorata inútil, nos quedó claro que además de que nunca sabremos qué paso, lo más probable es que seguirá ocurriendo lo mismo.En efecto, el habilidoso Ministro, delante de todo el país se dio el lujo de tergiversar a la Corte Constitucional, invocando de manera tan equivocada como maliciosa dos sentencias de tutela ( T 442/92 y T 525/92), en las que, según él, como una cosa es la facultad ilimitada de las autoridades para recoger información sobre lo divino y lo humano y otra la divulgación restringida de la misma, ello implica una autorización abierta a los organismos de inteligencia para husmear a todo el mundo, aun sin orden judicial. ¡Qué tal!Con semejante tesis, el ministro lo que le notificó al país fue que sus hombres seguirán buscando cuanta información quieran de quien les plazca, sin orden judicial, sólo que tendrán el cuidado de no revelar todo lo que averigüen en sus pesquisas. Ese atropello de tinte totalitario sólo podía ocurrir en este gobierno, en el que su Ministro de Defensa anda de la mano de un personaje tan sombrío como Juan José Rendón, experto en desinformación y guerra sucia.Las sentencias citadas por el Ministro en el azaroso debate de la moción de censura en su contra —en el que la presidenta del Senado francamente se lució por su descarada parcialidad a favor del implicado y por ultrajar la oposición— jamás han concedido licencia a las autoridades para averiguar todo lo que les plazca de los ciudadanos, mucho menos sin orden judicial. Por el contrario, lo que la Corte ha reiterado en muchísimos fallos es la necesidad de que nadie pueda ser objeto de interceptaciones sin orden judicial, pues ese es un principio garantista, así le cueste reconocerlo a Santos, quien de dientes para afuera se ufana de ser tan demócrata como el presidente Uribe.Es probable que a Juan Manuel esta vez tampoco le pase nada, no porque no lo merezca, sino porque detrás suyo tiene toda la gavilla uribista del Gobierno y de los medios amigos y —¡quién lo creyera!— hasta las contradictorias explicaciones de Serpa acerca de que sí hubo un complot de Santos para tumbar a un presidente, pero que dejó de serlo cuando todo se supo. Obviamente el tambaleante Ministro agradeció el gesto de Serpa, a quien hace diez años tildaba de irresponsable por no tener casa propia.Pero si Santos sale indemne de este penoso trance de la moción de censura, el país no, menos quienes ejercen la oposición política o la crítica periodística. Ahora ya sabemos por qué el Ministro pretende expedir un estatuto de la inteligencia en el que algo se inventará para patentar la inmoral tesis de que como el espectro electromagnético es un bien público, las autoridades pueden chuzar indiscriminadamente a través de los famosos “barridos”. Algo similar está por conseguir con su artificiosa propuesta de atribuir facultades de policía judicial a la justicia penal militar, con la que ya no habrá nada secreto para la fuerza pública. Si eso no es una dictadura, ¿qué será?Santos celebrará con petulancia invencible su efímero triunfo de quedarse en el cargo gracias a un Congreso que se prestó para que él jugara con las cartas marcadas, al fin y al cabo, después de la mentira y la traición, esa es su otra especialidad. ~~~Adenda.- Raro que Sarkozy le solicitara a Uribe la liberación del canciller de las Farc, pero que nuestro presidente ni siquiera preguntara por qué. A propósito, ¿por qué en Palacio no cuentan en qué anda el temible José Obdulio, frente al proyecto de liberar a sus aliados uribistas?
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